Primeros 1000 días

Viento y ceniza


Cuando hace unos días viajamos hacia el sur para acompañar a los que más sufren las consecuencias del volcán, llegando a Zapala, llamaba la atención como se podía ver a las cenizas danzar junto al viento en una coreografía asombrosa. Alrededor de una docena de remolinos se levantaban desde la tierra, dejándome sus enseñanzas que espero compartir.

Los remolinos de viento siempre están ahí, moviéndose por el campo con total libertad y casi imperceptibles o al menos invisibles. Nosotros, desde el sistema de salud, más o menos somos así también. Siempre estamos ahí, los 365 días del año, cada día y todos los días. Como el remolino que a veces está imperceptible o invisible, pero basta colocarse cerca para sentir el viento.

A veces creemos que si no se ve, no existe o no está. Hoy creo que no es así. Hay que acercarse y sentir ese aire fresco que muchas veces, para tantas vidas, es la presencia de las personas que trabajan en los hospitales, las salitas y las postas sanitarias.

Entonces pienso, somos como las cenizas que en estos tiempos se muestran, las evidentes, las que vemos volar por el cielo.

En la ruta van moviéndose a cada lado del camino asombrando con su presencia, en algunos casos con fuerza y solidez y en otros con delicados y hasta alegres remolinos. Eso, de algún modo, refleja nuestra identidad. Acompañamos el camino de la vida de nuestra gente en todas sus etapas y de distintas maneras, con solidez y fuerza en muchos casos, y con delicadeza y ternura en otros…

Así somos, como estos “torbellinos” de nuestra tierra. Si nos vemos o no, depende también de quién mira, de cómo mira y desde la distancia que mira.

Hoy acerco estas ideas, otros sumarán las propias, y muchas serán solamente una muestra de lo complejo y lo bello que hacemos y construimos cada día.

Germán Caseneuve