Primeros 1000 días

Sobre la atención y los cambios actuales


El gobierno de la provincia del Neuquén, a través del ministerio de Salud, da a conocer la segunda parte del informe elaborado por el Día del Nutricionista, que se celebra el 11 de agosto de cada año. En esta entrega se abordan los cambios, el modo de atención y los hábitos alimentarios que se pueden incorporar para alcanzar una comunidad más sana.

En relación a las consultas en los hospitales y centros de salud del Sistema Público de Salud, las nutricionistas coincidieron en que las personas llegan por derivación médica, por lo que generalmente ya cuentan con estudios y datos particulares a tener en cuenta para comenzar a transitar el camino de la alimentación saludable.

Del mismo modo, todas destacan la importancia de la entrevista inicial y de la escucha. Patricia Herrera del Hospital de Las Lajas, dice “particularmente considero muy importante saber escuchar a la persona para poder  conocer su realidad alimentaria y así poder recomendar mejor, siempre teniendo en cuenta la historia alimentaria y las patologías preexistentes”.

Fabiana Echevarría desde el Hospital de San Martín de los Andes afirma que “se conversa, se escucha para conocer los hábitos, las costumbres y las expectativas, y a partir de ahí comenzamos el proceso de trabajo en conjunto”. Sobre esta primera instancia, Graciela Piccotto desde el Hospital Horacio Heller, explica que “a partir del diagnóstico médico, evaluamos el estado nutricional y llevamos a cabo una anamnesis alimentaria exhaustiva, que permita conocer el manejo habitual de alimentos, preparaciones, distribución de las comidas, tolerancia, etc. y teniendo en cuenta horarios laborales y recursos económicos, adaptamos el plan alimentario individual”. Este es “un plan a medida, progresivo y adecuado a cada persona”, aclara Echevarría.

Para construir el plan “nos tomamos el tiempo que sea necesario”, dice Vanesa Porfilio del Hospital de San Martín de los Andes, a lo que Alejandra Maionchi desde el Hospital de Centenario, agrega que “es fundamental escuchar al paciente. La escucha activa es una herramienta de la entrevista que usamos”. Porque como lo sostiene Liliana Matkovich desde la dirección de Abastecimiento de la subsecretaría de Salud, “lo interesante o importante de esto es crear una relación de confianza, que lo lleve a sentir que lo que está haciendo está bien, para sentirse pleno y acompañado”.

Más allá de la derivación médica, la consulta suele asociarse al descenso de peso, y es el asesoramiento profesional el que permite enfocar la consulta hacia los hábitos de consumo.  Piccotto explica que “en general llegan con la idea de que tienen  que hacer dieta porque están enfermos, por lo que intentamos en la consulta explicarles que la idea es mejorar hábitos alimentarios, cambiar algunas conductas diarias y compartir estos cambios de comer más saludable con la familia”.

Por su parte, Maionchi comenta que “hay gente que busca el descenso y hay otra que quiere aprender a  comer” y afirma que “me gusta pensar que la respuesta en ambos casos es aprender a comer,  ya que es irreal pensar en un descenso sostenido sin aprender a comer”.

Al respecto, Matkovich destaca que “el solo hecho de asistir a la consulta ya me está demostrando que  busca un cambio favorable, una ayuda que le permita mejorar, antes que nada su salud o aliviar su enfermedad”.

Diferente es el panorama de Eugenia Gavernet del Hospital Horacio Heller, que al trabajar con niños, sostiene que “siempre se busca mejorar hábitos alimentarios, como inversión a futuro, para prevenir enfermedades crónicas no trasmisibles”; y plantea que para lograr este objetivo “se trabaja desde la consejería, tomada como un lugar de escucha, que se adapta a la necesidad no solo del niño, sino de la familia”.

Las nutricionistas consideran que muchas personas creen que ir al nutricionista implica restricciones en la alimentación. Por lo que “se intenta en la consulta desterrar este mal concepto e insistir en la importancia de modificar conductas para alimentarse mejor”, dice Piccotto; mientras que Matkovich sostiene que las restricciones pueden vincularse a algunas enfermedades, pero que generalmente con los planes “se adecua la cantidad, se mejora la calidad de los alimentos si fuera necesario, se adecua a la edad y a la ocupación, y se busca que la alimentación sea armoniosa en su totalidad”. Mientras Echevarría sostiene que “está cambiando la idea errónea de que comer saludable es privarse y restringirse” y asocia el cambio a que “las actividades de promoción y difusión, están derribando mitos”.

A lo ahora de aconsejar a la comunidad todas sugieren: “Consumir todos los grupos de alimentos, distribuidos adecuadamente, variados dentro del mismo grupo y moderando la cantidad”, dice Gavernet; a lo que Porfilio suma, “que los alimentos sean variados, atractivos y coloridos”; por su parte Maionchi sugiere que sean “más de origen vegetal que animal, que sean de época y de productores conocidos”; y Echevarría que “mejor lo natural y lo que no tiene etiquetas ni rótulos”.

María Laura Malsam  desde el Hospital Heller puntualmente aconseja: consumir todos los días lácteos descremados (mínimo dos porciones); galletitas y panes integrales (un bollito por comida); 2 litros de agua por día; 3 porciones de frutas; 2 porciones de verduras (variando los colores); y carnes magras (una porción en almuerzo y una cena); evitar frituras y comidas ultra procesadas.

Mientras que ampliando el espectro de las recomendaciones, Matkovich sugiere “que se preocupen y ocupen de la alimentación” y entre otros puntos, menciona respetar los horarios; incorporar el hábito de tomar agua durante toda la jornada; realizar más caminatas o actividades al aire libre; y “lo que más les insistiría, sería en no estar solo, sino compartir las comidas, charlar y disfrutar un poquito más cada día”. En la misma línea, Echevarría recomienda “cocinar en casa y disfrutar el comer, entendiendo que somos lo que comemos”.

A lo ya mencionado, Herrera aporta “la importancia de seleccionar alimentos que nos brinden nutrientes, que eso no es igual a que sean light”; sostiene “que los cambios deben ser progresivos para poder sostenerlos en el tiempo, para que podamos naturalizar el consumo de alimentos saludables” y aclara que “no hay alimentos prohibidos o malos, que debemos tener un equilibrio en lo que consumimos”.

Mientras que Piccotto recuerda que hay que tener presentes las recomendaciones básicas que se incluyen en las Guías Alimentarias para la Población Argentina que la nutricionista sintetiza en que hay que “comer mejor para vivir mejor”.

Publicidad y producción de alimentos

Hace algunos años se observa que ha aumento la promoción y la publicidad de alimentos sanos; y que hay un cambio en el consumo y en las elecciones de los productos. En relación a esto las profesionales coinciden en que la publicidad tiene la intención de vender y ofrece alimentos de calorías vacías, lo que es perjudicial para la salud; y que las tendencias de consumo varían de acuerdo a la posibilidad económica, y a sus costumbres. Pero también, destacan que lo bueno es que las personas se informan más y se está intentando volver a una alimentación más natural, menos procesada o industrializada.

Asimismo, consideran que es importante un cambio cultural, pensar y repensar cómo comemos y para qué; es decir tomar conciencia de lo que ingerimos. Se busca incluir más variedad de alimentos saludables y menos procesados.

Algunos de los factores que condicionan la forma de comer son las imposiciones laborales, el ritmo de vida, las escuelas de jornada completa, la oferta de alimentos industrializados,  las comidas rápidas, entre otras.

A las profesionales, también se les consultó sobre la posibilidad de producir los propios alimentos en los hogares y las opiniones estuvieron divididas.

Por un lado, por una cuestión de tiempo piensan como un anhelo la posibilidad de volver a hacer huertas y auto sustentarse; pero proponen como una opción interesante conocer quiénes son los productores de su zona que no usan químicos en sus alimentos, para comprarles y difundir sus productos.

Por otro lado, consideran que son una buena opción las huertas familiares o comunitarias pero no es una tarea fácil, ya que implica dedicación, contar con un espacio para producir, riego, etc. Lo ven como una estrategia para estimular el consumo de frutas y verduras, crear hábitos, pero es difícil producir todo lo necesario para un grupo familiar.

Para finalizar, recuerdan que todas las elecciones son personales pero es necesario un buen asesoramiento a la hora de armar un plan de alimentos para evitar carencia de nutrientes.